domingo, 18 de julio de 2010

El Amor de Margarita

Margarita Rojas Juárez es uno de esos seres que uno no se explica de dónde saca tantos años, tantas ganas, tanta paciencia, tanto amor. A mí siempre me deja pensando qué hubiese hecho yo en su lugar. No creo que haya sido tan valiente como es ella, quizá me hubiera muerto ya hace mucho con sólo pensar en un futuro tan negro y sola, solita como ha estado ella siempre.
Hace unos 30 años que vive aquí en Jalalpa – El grande - Distrito Federal de México ,a dos casas de la mía. Cuando llegó a este barrio todavía vivía con sus hijos, ellos iban al colegio y ella trabajaba duro lavando ropa, planchando, limpiando las casas, en fin, buscando de donde sea para dar de comer a sus niños y mandarlos a la escuela que queda aquí a pocos metros. Ahora ya se han ido todos, pero ella se ha quedado todavía criando un hijo que no es suyo.
Othoncito como le llamamos al niño que cría es el hijo de la María, la última de sus hijas. Esa chica siempre fue la cruz de Margarita. A ella la engreía todavía en medio de su pobreza, pero ha sido la que más dolores de cabeza le ha traído. A los 16 ya tenía
dos hijos, por eso dejó en el hospital al Othoncito que ahora tiene 16. De ahí lo recogió Margarita… ¡pobre vieja! Cuando ya debía de descansar. A sus 66 años vive sola con él. Todos se han ido Desde que Margarita se hizo cargo de ese niño no descansa, al contrario, con la parálisis mental de éste, sólo ha tenido trabajo y más trabajo… dieciséis años seguiditos. Ella tiene que buscárselas de donde sea. Sigue lavando ropa, planchando… ya no como antes pero ahí va.
Casi siempre está pidiendo por ahí una papa, algo de patitas o hígados de pollo que los vecinos de aquí o del mercado le regalan. Con eso ha criado al Othón. Yo también estoy sola porque mis hijos están fuera del país. La ayudo de vez en cuando , sobre todo me quedo con el niño cuando sale por las calles a buscar algo de trabajito o algo qué comer.
A este niño le dedica los años que le quedan. Le da de comer en la boza, lo baña, lo cambia, le hace persignarse… ah porque de eso no se ha olvidado. Dice que a pesar que vive así, Dios no la ha desamparado sino hace rato ya estaría loca.
- ¡Ay Margarita cuánto amor, amiga! ¡Qué tesón el tuyo!
- Si tú tuvieses un niño así estoy segura que harías lo mismo
- Como quisiera que mi niño juegue con otros niños, vaya a la escuela, camine…

En seguida escucho su dolor, sus lágrimas, su desesperación porque siente que la vida le gana…
- Mercedes, es mi niño, es mi sangre. Me siento sola y lo estoy, tú lo sabes. ¿Quién le va a dar la mano cuando yo le falte? ¡Dios, que no me pase nada!. Me sentiría fracasada si no puedo hacer algo por él antes de morirme…
- …
Todos los martes sale con su niño a cuestas rumbo a un centro de rehabilitación que conoció hace dos años y que desde entonces visita puntualmente.
Paso a paso baja la escalera empinada del cuarto que la cobija a ella y a su nieto Othón no camina, ella lo lleva en sus brazos como a un bebé …¿Se imaginan? un chico de 16 ¡cuánto peso! Pero ella como si tuviera veinte , parece tan ágil, se olvida de su cojera, de sus casi siete décadas de vida y saca fuerzas de la nada . Luego a la silla de ruedas. Othón queda instalado en su silla mirando el vacío como preguntándose algo a sí mismo o quizá mirando el amor de Margarita, quién sabe…
Los dos se lanzan a la calle. Él en su silla de ruedas sin inmutarse ante el pasaje vertiginoso de la ciudad, ella empujando la silla y arrastrando la pierna izquierda saludando en el corto camino hacia el paradero a los vecinos, a la señora de la bodega , con una sonrisa.
Así llega a una esquina donde espera el autobús. Cuando uno de esos vehículos se apiada de ellos , ella carga a duras penas a su nieto en los brazos, lo coloca en un asiento para luego bajar por la silla de ruedas, que dobla y sube al autobús con mucho esfuerzo.
La vez que los acompañé me di cuenta que en estos viajes Margarita disfruta del chico: Le habla como si le entendiera todo…
- Hijito tienes que cooperar, poner de tu parte. Yo ya estoy vieja y se me acaban las fuerzas, mijito
Le coge las manos y lo llena de besos…, lo abraza. Ellos sólo se tienen ambos, no hay nadie más.
Mientras lo abraza –me cuenta mi amiga- va pensando en qué será de su nieto cuando ella no esté, quién lo verá, qué le pasará. Sueña con encontrar un ángel que lo proteja, que Dios en su infinita bondad mire a su niño y le dé fortaleza a ella para seguir adelante, para olvidarse de los dolores de la vida, de sus angustias, de sus penas…
Cuando llegan al centro de rehabilitación ,todo el sacrificio tiene sentido. Margarita me cuenta que ahí ella ha encontrado la familia que no tiene. El amor que le es esquivo, la atención que tanto les hace falta a ella y a su nieto. Cuando me habla de este lugar su cara cambia , se ilumina toda. Es que aquí ha conocida una mano amiga, a la gente que no la mira con lástima sino con admiración y cariño. Othón también se siente feliz. Aquí le hacen los ejercicios para que sus huesos no se endurezcan y para que la columna no se le malogre, porque se pone rígido…Yo misma he visto que muchas veces no lo puede ni cambiar., entonces sufre doble.
Aquí le hacen los baños temperados y la terapia con mucha paciencia y dedicación como si se tratase de la persona más importante de todo ese lugar. Y Margarita disfruta con la alegría de él .
Los doctores y enfermeras la admiran porque a sus años todavía es capaz de empujar la silla de ruedas y caminar desde tan lejos llevando a su nieto. Fui testigo de todo el despliegue que hacen para atenderlos, por eso será que ella se siente ahí muy bien
Ella dice que se siente orgullosa de que Othón tenga ese lugar. Sabe que al igual que ella, su nieto disfruta de estar ahí. Se siente confortada, con ánimos para seguir adelante. Me dice que no se cansa porque cuando visita este centro se siente renovada, siente que es importante para alguien aunque no sea su familia verdadera, siente que Dios también la ha escuchado pues confía en que si ella falta, ellos velarán por su niño, no lo dejarán.

…Ya me he aprendido de memoria la oración que todos los viernes repite al Padre celestial en nuestras visitas a la Iglesia :
Señor, Padre, tú que estás ahí en los cielos y también en la Tierra
regálame la fuerzas para ser sostén de mi niño,
bríndame el deseo y la bendición de la vida para acompañarlo,
dame esperanzas para seguir adelante,
ofréceme tu mirada para saberme protegida,
coge mi mano para caminar segura en esta oscuridad
Tú sabes, Señor que tengo mucho corazón para mi niño,
no nos abandones,
llévanos contigo
Amén

Y es que si ustedes vieran todos lo días como yo la carita de este niño , su sonrisa desviada, sus ojos de ilusión, sus besos a su abuela, comprenderían que detrás de ese ser que muchos rechazarían por su parálisis cerebral está la criatura más amorosa de este mundo, que tantas veces nos hace llorar.
…Hoy que estuve en casa de Margarita, la Panchita ha venido corriendo llamándola a gritos porque la María la ha llamado… ¡miren después de tanto tiempo!
Dice la María que ha conseguido un trabajito en el municipio de Guadalajara. La han asegurado como empleada de limpieza y quiere que vayan Margarita y Otrhón hasta allá porque ahora sí puede apoyarlos.
Margarita que me lo ha contado llorando piensa que Dios le ha hecho el milagro de que María reflexione a pesar de tantos años, que se dé cuenta de que un hijo es un hijo no una cosa que se deja votada en un hospital.
Ella está feliz y da gracias a Dios por haberla escuchado, por hacerla sentir aliviada de saber que ya su Othón no estará solo si ella falta, que tendrá a su MADRE a su lado.

Adaptacion de Gladys Mansilla

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