Quiero contarles la historia de mi abuelo. Él se sentía decrépito, mediocre, sentía que estaba solo, que nadie lo quería porque era un energúmeno y siempre tergiversaba las cosas para quedar como la víctima.
Cada uno de sus hijos, incluida mi mamá, tomaron caminos muy distintos, a partir de la muerte de mi abuela. Dos de ellos, tomaron mal rumbo y terminaron en hordas. Mi tía Chachi estudió Arqueología y se fue a Siria para analizar algunos textos antiguos de escritura cuneiforme. Mi mamá vivía subordinada a las órdenes de mi padrastro, un ícono de la economía peruana, quien además de ser de ascendencia polaca era intransigente a la hora de discutir en la casa. Lo único cierto era que al final de cuentas ninguno de ellos, mis tíos y tías, incluso mamá se preocupaba por cómo estaba el abuelo , qué comía, qué hacia, excepto yo.
Quizás al principio lo hice por pena, y pensaba que atenderlo iba a ser algo efímero, pero con el paso del tiempo, me di cuenta de lo agradable que era estar con él, admiraba su grandilocuencia y gracia a la hora de hablar de sus historias cuando era un heraldo de la realeza. Después de algún tiempo se convirtió en mi soporte y apoyo en los momentos de desasosiego.
Sin embargo, a pesar de mis atenciones , con los achaques de la edad, empeoró su salud y murió. La gente se sorprendió al no ver a sus hijos, todos pusieron mil artilugios para no ir.
Nunca en mi vida había llorado tanto. Por cierto creo que nunca volví a ser el mismo, me volví una persona frívola e insensible, como soy ahora.
Gian Paul Galarza Tirado
Quinto año de Secundaria
Relato a partir del vocabulario usado en el bimestre
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