Por aquella tarde, en una carretera iban en su carro dos monjas, María Nieves y Raquel, cuando de pronto les falló el motor y el auto se detuvo a un lado de la carretera. María Nieves salió y verificó, pero no pudo hacer nada. Al cabo de unos minutos apareció en un automóvil gasolinera, un extranjero. Parecía un alemán por el acento Éste bajó y se les acercó.
-Madre, ¿La puedo ayudar?- dijo en su acento alemán.
-Sí, hijo -dijo María Nieves
El sujeto fue a revisar y supo la solución.
-Ah, sólo le falta gasolina- exclamó- alcánceme un recipiente para poder compartirle un poco de la mía, traigo el tanque lleno.
-No, no tenemos nada- exclamaron las monjas.
-A ver- el alemán se acercó a la maletera y encontró un bacín.
-¡No, qué vergüenza, usemos otra cosa!- dijeron las monjas.
-Pero no hay nada, además ¡ante quién se van a avergonzar!–dijo- en esta carretera sólo estamos ustedes y yo.
El extranjero vertió la gasolina en el bacín, se la entregó a las monjas y siguió su camino diciendo:
-Madres, yo ya me retiro, estoy apurado, pero les dejo el recipiente lleno.
Las madres estaban vertiendo la gasolina del bacín, cuando un judío pasó en su camión y gritó desaforadamente:
-Madre, ¡está bien tener fe, pero no es para tanto!
J. Chosei Tako Quiroz
Cuarto año de Secundaria
Técnica de producción : Cuento agudo
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